De la objetivación del hecho y de la serenidad, equilibrio y justicia en la valoración del mismo, dependerá el éxito en la educación de nuestros hijos. El estado de ánimo de los padres es frecuentemente causa de falta de objetivación. En las personas no existen duplicados. Cada hijo es diferente de los demás, por lo que es necesaria una educación diferente y adaptada a cada uno.
La responsabilidad de los padres en la educación de los hijos
Los primeros responsables de la educación de los hijos son los padres. Los centros educativos son sólo complementos educativos de la familia, por lo que el resultado del desarrollo de cada hijo depende esencialmente de la educación familiar.
No obstante, es necesario que exista coherencia entre los principios y criterios educativos de la educación familiar y de la educación colegial.
La familia es también escuela de valores humanos.
En cada etapa se inicia la vivencia y el aprendizaje de los valores humanos adecuados a la edad que serán transmitidos por los padres a través del ejemplo.
Es evidente que para crear una familia a nadie se le exige la adquisición de determinados conocimientos o técnicas. Nunca ha habido que superar una “selectividad” como condición para ejercer correctamente la profesión de padre o madre.
Las prisas como enemigo de la educación familiar
No obstante, dada la velocidad de esta sociedad moderna, cada vez es más necesaria una formación específica para lograr ser un auténtico educador en la familia que permita prestar a cada hijo acertadamente la singular ayuda que necesite.
La prisa es un gran enemigo de la educación familiar, por lo que la paciencia se convierte en una virtud muy necesaria. Toda acción educativa exige un tiempo de reposo para aprender e interiorizar lo esencial de lo aprendido. Dice Thibon “Nunca la sociedad fue tan deprisa para ir a ninguna parte”. Si no sabemos donde vamos no llegaremos nunca.
La educación familiar exige metas claras y posibles en cada caso.
La falta de tiempo para la convivencia familiar, al trabajar el padre y la madre, exige una singular organización familiar, que facilite la serenidad, la informalidad, la participación casual, la comunicación, la improvisación, la ejemplaridad… para lograr la máxima armonía de cada hijo en cada momento.
El padre y la madre son los modelos para sus hijos.
Son sus referentes más importantes. Son los espejos en que cada hijo se mira.
La coherencia en el decir y en el hacer y la ejemplaridad serán garantía de un crecimiento adecuado.
El ejemplo es la mejor manera de educar. Séneca al hablar de Sócrates decía que éste formó más hombres grandes con sus costumbres que con sus lecciones.
El papel de los abuelos en la educación de los hijos
Los abuelos en la familia son también referentes muy influyentes para los nietos. Los abuelos mayores, pero no viejos, son la síntesis de la sabiduría.
No obstante, siempre debemos tener en cuenta las peculiaridades que diferencian a cada hijo de sus hermanos y que son las que van a definir el estilo concreto que los padres necesitan mantener al aplicar las acciones educativas.
Es necesario que los padres conozcan estos rasgos comunes que les facilitan observar intencionadamente las coincidencias en el proceso de desarrollo de cada hijo o hija y las diferencias. Cuando aparezca algún rasgo característico de comportamiento especial, que no es propio de la etapa que se está viviendo, se deberá acudir a algún equipo multiprofesional que valore la situación y en su caso la oriente.
La observación permanente y el análisis del desarrollo de los hijos así como la acción educativa adecuada y puntual en cada situación será la garantía de no llegar tarde.