Hoy, el conocimiento del alumno en su totalidad y, especialmente, sus potencialidades en cada uno en los diferentes rasgos aptitudinales, es condición necesaria para que el profesor-docente, de cada asignatura o área, pueda obtener resultados satisfactorios en todos y cada uno de sus alumnos.
Recuerdo que, un resultado satisfactorio pleno se obtiene cuando existe la máxima correlación entre cada uno de los rasgos aptitudinales y el correspondiente rendimiento académico en cada área de aprendizaje. En muchos casos es normal que un alumno obtenga sobresalientes, notables o suficientes en unas áreas e insuficientes en otras, en función de su potencial intelectual en cada rasgo aptitudinal.
Las consecuencias de esta realidad son lo suficientemente significativas como para advertir que un curriculum cerrado interrumpe, dificulta, limita y anula el proceso de superación de «todos» los contenidos de los cursos o niveles establecidos por las normas legales. Sería justo contemplar alguna excepción de la norma que, científicamente avalada, permitiera a este tipo de alumnos con grandes altibajos en su perfil aptitudinal, considerar su realidad y facilitarles, en unos casos la continuidad en los estudios básicos y, en otros, considerarla en las «notas medias finales» («trauma» justificado por la Selectividad, ahora EBAU.
Un sistema que, se llame como se llame, sigue conduciendo a muchos alumnos a una profesión para la que no están capacitados ni motivados y les niega la posibilidad de ser un profesional brillante en aquello para lo que tiene aptitudes e intereses).
Revisando los expedientes atendidos en DELPHOS, vemos que son varios cientos de casos aquellos cuyo motivo de consulta inicial era un fuerte fracaso escolar y en los que la sorpresa apareció con los resultados del estudio: un cociente intelectual total muy alto que según los referentes normalizados corresponde a personas de altas capacidades. En estos alumnos «diferentes», a veces, su gran dotación es la causa de su fracaso.
Es necesario que padres y profesores tengan muy en cuenta estas circunstancias. Alumnos con un C.I. muy alto pueden tener un potencial bajo en algún rasgo concreto que dificulte el proceso de aprendizaje. En otras ocasiones, un alto potencial se ve frenado por déficit en funciones ejecutivas (mala memoria de trabajo, baja flexibilidad cognitiva, malas habilidades de planificación, etc.) o por aspectos emocionales.
Cada Alumno es Diferente
Podemos afirmar, sin ningún reparo que cada alumno, por ser persona, es diferente. Del conocimiento o desconocimiento de sus puntos fuertes y débiles, tanto a nivel intelectual como emocional o de personalidad, va a depender una relación enseñanza-aprendizaje coherente o incoherente, una relación profesor-alumno adecuada o inadecuada, es decir justa o injusta e igualmente en el ambiente familiar va a influir en la aceptación o el rechazo del hijo, o al menos de sus resultados, facilitándole o dificultándole su autoestima y su felicidad. Con un mismo C.I. total puede haber potencialidades totalmente diferentes en cada rasgo aptitudinal y niveles de rendimiento totalmente distintos.
Cada día en Delphos al investigar y elaborar el informe diagnóstico de cada caso, se ratifica plenamente esta realidad diferenciadora. Al conocerla, cada familia atendida pasa a ser más comprensiva y realista con su hijo, favoreciendo a su vez la convivencia familiar distorsionada antaño ante lo evidente. En el ámbito colegial, nos permite informar a los profesores, los cuales logran una adaptación y una acción educativa adecuada.
Son ya varios miles las familias que han acudido a nuestra consulta y a nuestras Escuelas de Padres, y varios cientos los profesores reciclados en los cursos de formación impartidos; todos ellos están plenamente convencidos de esta realidad y actúan en consecuencia.
Tópicos que NO ayudan
Nos preocupa cada día más escuchar a muchos docentes los mismos tópicos de siempre al referirse a sus alumnos: «es un vago», «no hay quien le soporte en clase», «no tiene base», «tiene que repetir», «me he cargado al 90% en cada curso», «si no vale para estudiar que se dedique a otra cosa», «tienen que ponerle un profesor particular», «es que yo soy muy exigente». También es frecuente oír a los padres que «el colegio de sus hijos tiene un alto nivel», «a mi hijo le han quedado cinco pero es que en su colegio los profesores exigen mucho» y una larga y lamentable retahíla de «dichos vacíos» que no tienen más explicación que la ignorancia y que reflejan que seguimos entendiendo la docencia y la discencia como hace un siglo, sin acudir a los medios que nos proporcionan la información necesaria.
Ya «no vale» enseñar teniendo como base sólo la observación, la experiencia, o lo que es peor, la rutina; es necesario conocer las posibilidades y limitaciones de un alumno y adaptar la enseñanza a su capacidad de aprendizaje.
Los medios didácticos
Los medios didácticos han mejorado significativamente y facilitan las formas de enseñar pero, erróneamente, muchos docentes los han convertido en fines. Los medios hay que saber utilizarlos para que cumplan su finalidad, pero no se puede centrar la acción educativa en los medios. No podemos olvidar que deben ser sólo instrumentos que, utilizados adecuadamente, nos facilitan la consecución de fines.
Hoy, disponemos de infinitos medios didácticos, tecnológicos, pedagógicos, físicos, deportivos, lúdicos, etc. que se nombran como elementos de calidad, y es cierto, ya que facilitan los resultados. Pero hemos de acudir también a los medios científicos capaces de facilitar, con rigor, el conocimiento de la realidad concreta de cada alumno.
¿Nos hemos parado a pensar lo que significa «enseñanza personalizada e integral?
Cada alumno es singular y se diferencia del resto. Si nos referimos a una educación personalizada e integral, habrá que conocer a cada uno lo más posible en su totalidad, tanto en sus aspectos intelectuales como en sus rasgos de personalidad, relaciones sociales, familiares, etc. Así, podremos ayudar a cada hijo, a cada alumno según sus necesidades para que consiga desarrollar todo su potencial.
Yolanda García Jarque. Psicólogo Col. Nº M-07075